El «reconocimiento» ruso de las artificiales «repúblicas» del Donbas, Donetsk y Lugansk, pertenecientes a Ucrania, reconfirma la política de hechos consumados, del gobernante de Rusia, Vladimir Putin.

Dicha política es la que esgrimió, durante la década de 1930, el líder de la Alemania nazi, Adolf Hitler, frente a la misma pasividad y cuasi resignación, manifestada por las potencias europeas y occidentales, y vuelta a señalar ahora, con Putin.

Esa «política del apaciguamiento» hacia el autócrata del Kremlin es idéntica a la que expresaron sus antecesores Neville Chamberlain y Edouard Daladier, con Hitler, al permitirle una serie anexiones, como los Sudetes y Checoslovaquia, por los Acuerdos de Paz de Munich (1938), que nos recuerdan a los de Minsk, suscritos con Rusia.

La política de la fuerza y captura de territorios extranjeros, desplegada por Putin, ha sido garrafalmente tolerada por Occidente, al punto de colocar a Europa, al borde de un gran conflicto, de la magnitud de la Segunda Guerra Mundial.

En suma, el déspota de Moscú únicamente podrá ser contenido, por el único lenguaje que él entiende: el de la fuerza. Y éso parece haber sido entendido a medias por Occidente.

Por Javier Soto Ch.

24/02/2022